20081009

Los cínicos (A Piche)

No soy, bajo ninguna circunstancia, un suicida. La sola idea de acabar con todo me parece demasiado trillada. Sin embargo, debo reconocer, con toda honestidad, que el suicidio es una vocación que me atrae desde hace mucho tiempo, cuando un tal L. E. llevaba, de forma clandestina, al colegio, las fotos del registro forense que su padre guardaba en el estudio: fotos grotescas de muertes violentas, cadáveres aún frescos que gozaban del inmaculado rigor mortis. Traía consigo esta clase de material morboso, dentro de una bolsa de plástico, todos los días que teníamos que reunirnos para realizar algún trabajo sencillo. Pasábamos horas observando la posición de los cuerpos inertes, en su eterno momento final.

Tengo en mi memoria a cada víctima, pero de todos, recuerdo siempre a los suicidas: aquellos que se ahorcaban desnudos, los de las venas laceradas, el hongo en los cráneos por el disparo, el vómito inundando a los sobredosificados y una innumerable lista de formas distintas para acelerar el transcurso biológico.

Desde allí, pienso en ellos. Como todo el mundo, alguna vez me atrajo el misterio de la muerte después de la vida (sí, así está bien escrito), pero "debía la cuenta de la luz", así que nunca fue más que una simple elucubración de insomnio. Nunca tuve la verdadera intención de descubrir lo que había más allá, o menos acá... como sea.

Al fin y al cabo, lo que me atrae de los suicidas es su ingenua valentía. Me atraen sus motivos para suicidarse, pues ninguno me ha logrado convencer (desde esa época de fotografías prohibidas) del acto sublime de lanzarse a los brazos de la muerte. Si revisamos un poco, veremos solo causas recicladas, estúpidas, cursis. Me extenderé un poco más en este asunto: cuando digo que todas las razones establecidas por los suicidas son, en todo caso, estúpidas, no estoy afirmando que el amor, el odio, el resentimiento, la compasión, el compromiso, la tristeza, la resignación o el sufrimiento sean estúpidos. Al contrario, cada uno de los sentimientos enunciados forman parte de la belleza humana, todos los hemos sentidos, algunos más que otros, en diversas ocasiones, y en ningún momento me permitiría hablar de estos elementos con desdén. Pero, por eso mismo, considero inaceptable adjudicarle a los mismos el acto de arremeter con la vida misma. ¿Acaso no todos hemos sentido, de forma inefable, cada una de estas emociones?¿Quiénes son ellos para afirmar que sus experiencias han sido más profundas que la de los demás? ¿Han sido estas las únicas causas para cometer tal acto?

Solo una causa, en su más pura expresión, sería ideal para asesinarse: el aburrimiento. No hablo de aburrirse de la vida, como perder todo ánimo por vivir; sino del genuino aburrimiento de los domingo vespertinos que acechan cada semana. Nunca he encontrado a alguien que, fuera de todo problema psico-sexo-pasional, tenga como motivo único, para acabar con su vida y dejar todo atrás, el aburrimiento llano y vulgar. Comprar una botella de whisky, un bote de prozac y disparar hacia las inocentes sienes con una Smith&Wesson modelo 36 - 3", solo porque no la televisión no tenía la intención de entretenernos ese día, porque la radio hostigó con la misma música, porque las tiendas de libros estaban cerradas (las de armas no) y afuera, a pesar de estar nublado, no se avecinaba ni siquiera la lluvia. Sí, esa es la única razón justificable. Ya sé que sería igualmente justificable tomar papel y lápiz e intentar escribir algún soneto, pero si no se tienen las agallas para enfrentarse a la poesía, habrá que matarse. Si la pornografía del mundo se ha extinguido (y en internet solo queda una página llamada "www.quevuelvaelporno.com") y en el cine solo hay remakes de películas asiáticas, habrá que matarse. Si no se tienen amantes clandestinos, o en último caso oficiales, a quien llamar, habrá que matarse. Si ni siquiera los políticos, en televisión abierta, surgen con sus discursillos para alegrarnos el día con sus estupideces, habrá que matarse.

Esa, y solo esa, es la verdadera esencia de un suicida respetable; tomando en cuenta, claro, la forma de suicidio antes especificada. Todas las demás son tonterías superables, todo lo demás está sobrevalorado. Pero el aburrimiento mata lentamente y carcome el cerebro, como la sífilis. En este momento centenares de personas pierden su vida, unos con pastillas, otros con lazos, otros hechados en el sofá viendo la vida "real" de personas que se divierten más. Pero todos mueren, o al menos deberían.

No, no soy un suicida. A mí parecer, es el aburrimiento, y no el hombre, el lobo del hombre. Seguiré escribiendo, viendo, escuchando, amando y odiando. Y cuando no baste, llamaré a L. E. para que, junto a la música de Calamaro, veamos fotos de esos pobres corazones, destrozados y mutilados por las falsas valentías y estúpidas razones.

*Por fin termino un texto que siempre quise darte, cabrón. No, ellos no son valientes y aparte del aburrimiento, solo la locura (clínica) debería llevarte a esto, las demás idioteces son clichés.

5 Kwetta:

HuelveElena dijo...

Ay, no.
Dios mío!

Anónimo dijo...

impresionante!

Raúl Marín dijo...

Tarea para la q pocos vienen predestinados... Mmm, si es que existe algo como eso.

SophCG dijo...

Oooook....

Anónimo dijo...

Puta Diego, cada vez vas escribiendo mejor, creo q voy a dejar de pedirte sugerencias sobre libros que leer y voy a leer lo que vos escribís.

Interesante reflexión sobre el suicidio y lo que vos considerás como la única razon para cometerlo; en fin coincido con Roque en que "los suicidas siempre tuvieron una mortal pereza de sufrir"