20090430

¿Arrué o Barahona?

El pasado 22 de Abril se celebró el “Día de La Tierra”. Para mí celebrar ese día es como limpiar la casa solo una vez al año. Al día siguiente, se celebró el “Día del Libro”, que sería como lavarse los dientes solo una vez al año. En fin, los días van y vienen y algunos, con más suerte que otros, se celebran. No estoy en contra de este tipo cosas, es solo que, como decía un profesor: “Si fumar en frente de los demás promueve el vicio, leer en público haría que todos tengan ganas de leer 'Rayuela'”.

Sea como sea, el 22 de Abril hubo varias actividades relacionadas con el mundo de la literatura, entre ellas una conferencia en conmemoración del prolífico artista salvadoreño Salvador Salazar Arrué (“Dios lo bendiga y lo haga un santo don Salarrué”). El evento se desarrolló casi con normalidad durante la primera mitad de la actividad: algunos datos interesante sobre la vida del escritor, diapositivas atractivas, comentarios silenciosos por parte del público, la voz estéril del anfitrión y mucho que aprender sobre la pintura en el Día del Libro. Nada estuvo fuera de lugar. Inclusive se agradeció ver por enésima vez los cortos animados, basados en algunos “cuentos de cipotes”. Pero de aquí, el declive.

El segundo exponente, a quien llamaremos Ricardo B. por temor a futuras represalias, se dedicó a desintegrar la magia y expectativa generada en los oyentes. (Mejor lo llamaremos R. Barahona, es más sofisticado). Antes y después de la serie de cortos, habló cuanto mucho un 13% del tiempo asignado acerca del autor homenajeado; el resto, lo aprovechó para hablar de las mil y un vicisitudes sufridas por un animador salvadoreño en un país desconocido y su laureado regreso a la tierra prometida. Es comprensible, incluso necesario, hacer notar el esfuerzo que se emplea para llevar a cabo este tipo de obras, sobre todo en un país en el que no se consigue financiamiento rápido y efectivo para crear un resultado tan sólido como su proyecto. Al menos yo, amo esos cortos. Pero de eso a reiterar ciento cincuenta cuatro veces cuán magnánimo es él y su obra y cuánto ha sufrido él por nosotros, simples mortales, para nuestro gozo y procrastinación, hay que tener un límite. Aprendí que R. Barahona vivió en Estados Unidos, que el dinero para sus cortos no se lo dio el gobierno salvadoreño, que no llevó nada preparado para la exposición, que el corto que menos le gusta es el de la pulga, que el cuento de la pulga lo hizo porque quería hacer uno de animales, que el favorito de la gente es “El cuento de lo que quiero y no quiero”, que él sabe hacer castillos (espero que en el aire, por lo menos); aprendí muchas mariconerías y otras tonterías. De Salarrué, no más de lo que se puede leer en la Wikipedia.

Es por esto que celebrar los días no funcionan, es como si de repente yo celebrara el día de la flora intestinal y no defecara en veinticuatro horas y, además, se lo comentara a todo el mundo con una sonrisa en la boca. Solo espero que, la próxima vez, inviten a personas más interesadas en hablar del tema principal, a personas preparadas para hablar de los autores, sean quienes sean y no perdamos una clase entera en oír hablar sobre la vida de R. Barahona, como si fuera “The Pixar Story”. La serie de animaciones a viajado hasta Hiroshima, supongo que el autor no ha dado una conferencia ahí, sino sería la peor cosa que ha pasado en ese lugar, y vaya que Hiroshima tiene historia que contar.

2 Kwetta:

Césarr dijo...

Supongo que la frustración del tipo por el poco reconocimiento a su trabajo lo ha llevado al lamentable estado de desprestigiar lo que quiere dar a conocer como una gran obra, y lo que es peor, le quita la magia o el buen sabor a los cortos de Salarrué, que como dijiste, nunca son pesados. Pero el peor error, es tratar de erigir su estatua en el lugar donde se está apreciando (y homenajeando) un arte de mucha más calidad, y con bastante historia. Talvez debería aceptar que ser un "artista" incipiente siempre es difícil, y que no se puede hacer más que seguir adelante, y guardar las malas experiencias en un folio que en el mejor de los casos será registrado más tarde, cuando se trate de pintar pintorescamente el comienzo de una historia más.

Césarr dijo...

Fe de errata: pintar pintorescamente... ustedes entienden.