20080621

Una copa y dos mujeres

Cuando María José vino a la casa no se me ocurrió nada. Suelo aprovechar las oportunidades que se me presentan y nunca planeo las situaciones como lo hacen mis amigos; pero esta vez fue diferente, nunca pensé que viniera a la hora que Pamela estaba aquí.

Vino sin avisarme. Esas cosas no se pueden permitir. A ella no le gustaría que yo llegara, sin avisar, a la hora de la cena. Seguro que me sale con que está cansada y que no está de humor para hacerlo. Tampoco voy a decir que no tenía ganas: después de la decepción que acababa de tener con Pamela, cualquiera desea desquitarse. Revolcarme con “Addicted to Vaginal Skin” de fondo musical, sudando en el piso, desnudo con la ira por dentro, jodiendo con fuerzas hasta lastimarla.

No sólo soy yo, cualquiera se lo imagina cuando ve a María José en esos pantalones ajustados, su pelo desmembrado y esa mirada infinitamente sexual que siempre anda colgada. Pero no podía hacer nada, Pamela atrás vistiéndose con el televisor encendido, y la diosa en frente de mi puerta intentando pasar adentro.

Llegó con la excusa de pedirme prestada la copa que uso siempre para servir los postres. Le dije que la estaba ocupando y no mentía. Minutos antes había servido Sauvignon en ella, y segundos antes Pamela acababa de sorber el último trago de un pésimo vino de supermercado. Me dijo que no importaba, pero que a cambio le prestara unas películas porque estaba sola (lo último fue a propósito, estoy seguro). Y con esa manera tan peculiar de pedir favores obligados, entró. Sin que le diera permiso, entró al apartamento en el que Pamela no perdió su virginidad, por ser una niña estúpida a la que amo de un modo muy extraño.

Recogió su cabello con una cola rosada, y se agachó a revisar los DVD’s, mientras me explicaba para que quería la copa. No escuché más que un balbuceo idiota y crucé la puerta del dormitorio. Pamela se ponía el sostenedor entre sollozos y lágrimas. Le dije que lo sentía, pero que debía irse de la casa inmediatamente, porque aún estaba enojado. Tomé la copa de la mesa de noche, la llevé hasta el lavadero y la enjuagué lo más rápido que pude. Se la di a María José, pero hizo un gesto de sarcasmo que no entendí del todo, me dijo que igual se iba a llevar las películas, mientras apartaba “Garden State” y “300” a su derecha. Regresé al dormitorio y Pamela estaba a punto de abrocharse el pantalón, María José hacía ruido en la sala.

Fui a una vez más a la sala. A la lista se habían añadido dos películas más, que no logré distinguir. Pregunté con tono seco qué era lo que buscaba, y me dijo que quería ver las películas conmigo, me acerqué un poco más para comprobar mis sospechas y me golpeó con un beso húmedo y tembloroso: supongo que era yo el que temblaba. Me despegué rápidamente y le dije que hoy no podía, mientras unos pasos firmes daban a luz el silencio más largo que puede haber en tres segundos.

Pamela bajo las escaleras y clavo sus tiernos ojos en la visita. Saludo con indiferencia a María José mientras se restregaba los párpados. No se molestó. Se acercó a la puerta y me apresuré a detenerla. Nuestras miradas hablaron por los dos, le dije que la amaba en voz baja para que María José no pudiera oírlo, ella dijo que lo sentía y cerró la puerta detrás de sí. Los pasos se alejaron. Quedé a solas con la diosa en la sala. La torre de DVD’s había aumentado a siete, la copa estaba tirada en la alfombra, en el fondo algún vecino escuchaba Necrophagist, y María José preguntaba si acaso tenía planes en la tarde.

5 Kwetta:

Anónimo dijo...

10
Excepto el titulo

Anónimo dijo...

Concuerdo con el primer anónimo en que no me gusto el titulo, por lo demás estuvo bien.

Anónimo dijo...

Dilema vespertino , estaria mejor o que se yo , pero este titulo suena a 2 mujeres y 1 camino

Anónimo dijo...

yo soy el primer anonimo maje =P

Mariocopinol dijo...

me gustó! y mucho!