20080402

El Efecto Doppler


No te parece asombroso que tengamos los ojos al frente de la cabeza, es decir, bien podrían estar a los costados, o arriba, inclusive podríamos tenerlos en las rodillas y de ser así jamás se hubieran inventado los pantalones largos. Pero los tenemos al frente, para saber hacia donde caminamos, para saber lo que comemos antes de probarlo, para esquivar cualquier golpe, para hablar de frente y que se escuche nuestra voz. Y no es azar: La naturaleza sólo dice que debemos de tener ojos, pero cuántos años de evolución habrán pasado hasta que empezamos a tenerlos al frente para que fueran útiles.


Pero no todo es alegría, no todo es un pastel de chocolate decorado con almendras y un café caliente en frente del televisor. Al menos no para mí. Llevo escuchando pequeñas voces en mi oído desde hace varias semanas, mejor dicho en mi oreja, porque no son voces internas que me dicen cómo actuar, qué daría porque así fuera. Son voces externas, diminutas, nobles, frágiles; pronuncian incoherencias. Parecen ser tres, aunque de vez en cuando, se escucha a un cuarto opinante gemir, o dar un suspiro. Escucho su vida como una radionovela, surrealista, incoherente, infantil. Pero no puedo saber si de verdad están allí, no puedo preguntarles nada, no contestan mis preguntas; y como los años de evolución no nos dotaron del beneficio de observar mis propias orejas, todo parece perdido.


“Un espejo”, gritará el lector más astuto, que pretenda insultar mi sabiduría; pero, y si se esconden cuando voy al espejo, y si son invisibles, y si mueren con su reflejo. Además no tengo mas que un sofá, un escritorio, una cama y una estufa fría y oxidada.